Veg, la batalla final

Mucha agua a pasado por debajo del río, y para el caso mucha sangre de animal también, para que las cosas llegaran a este punto. Comer carne ya no es lo que era antes. Y a aquellos que fueron pioneros en el asunto, les tocó (y les toca aunque cada vez más poco) recibir bromas y desprecios de todo tipo, pero valió la pena.

Valieron los años que se gastaron en hacer earthlings, los famosos de PETA, la increíble Nina Rosa y su instituto, los actos mediáticos orquestados por Leonora, (@leonoraesquivel) y fracisco (@pachistico) desde animanaturalis, las fiestas, (o la fiesta constante) de los Hare Krishna y de tantos otros que no cabrían acá y que han logrado, que si bien la batalla aún no ha sido ganada, si fue, por decir lo menos, llevada a otros términos, en donde aquel que no come carne ya no es más visto como el raro, sino con admiración y atención, aunque no lo reconozcan abiertamente.

Ahora bien, este momento al que se ha llegado tiene sus propios retos, y es que exige, quizás ahora más que nunca, mantener o despertar, (y eso requiere trabajo) un comportamiento simpático por parte de los veganos y vegetarianos. Para nadie es un secreto que algún tipo de capacidad, y dejar de comer carne podría calificarse como esto, trae consigo algo, (o mucho) de orgullo. Y es ahí donde se puede perder la batalla final.

Ya el asunto no va en teorías, pruebas y testimonios, ya con los informes de la FAO, la ONU, más los cientos de argumentos irrefutables, de tipo, moral, ecológico, económico y las constantes investigaciones científicas, el alegato a favor de comer carne no tiene ningún sustento. Pero, y es que así somos, eso no asegura nada.

Porque puede que a alguien le guste la carne, pero no le gusta más que sus ideas. Puede que tenga apego por un cierto sabor (que para las oferta vegetariana y vegana actual, no es un asunto ya tan dramático, como lo reconocen carnívoros empedernidos), pero más apegados estamos a tener la razón, a no perder la discusión, más apegados estamos, en últimas, a nuestro ego.

Por eso, sin amistad y caer bien, sin humor, tanto trabajo puede quedar en nada, quizás, y esto es para pensar, y como pasa también con muchas otras buenas ideas, el único argumento que hay en contra de no comer carne puedan llegar a ser los mismos vegetarianos y veganos, cuando el ego se los devora.

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Sobre Alejandro Arango

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